Un toque de lo alto

Yo le seré por padre, y él me será por hijo; y no quitaré de él mi misericordia
 
Mi verdad y mi misericordia estarán con él, Y en mi nombre será exaltado su poder.
 
Para siempre le conservaré mi misericordia, Y mi pacto será firme con él.
 
Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Dios, el que tiene misericordia de ti.
 
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

Lucas 8:43-48
Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,

se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.

Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?

Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.

Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.

Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
 

Mateo 8:6-10,13
Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole,

y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.

Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.

Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.

Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.

Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.


Lucas 24:49

He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

 

pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

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El Señor es Dios, y es sublime y poderoso para guardar su pacto con la humanidad. Nos dice en su Palabra que su misericordia no se apartará de nosotros (Salmos 89:28), Él quiere ser nuestro Padre y que nosotros seamos sus Hijos (1 Crónicas 17:13), pero para ello debemos nacer de nuevo aceptando a Jesucristo como nuestro único Señor y Salvador personal, reconociendo nuestra condición de pecadores, arrepintiéndonos de nuestros pecados y cambiando en nuestras vidas todos aquellos hábitos pecaminosos por frutos para Dios.

Dice el Señor que necesitamos nacer de nuevo para entrar al reino de Dios...
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
 

¿Qué es nacer de nuevo? Nacer de nuevo no es volver al vientre de nuestra madre y renacer, significa nacer del Espíritu, es decir hacer morir el hombre terrenal, viciado a las contumbres carnales y pecaminosas y nacer del Espíritu de Dios, siendo la misma persona pero sin tener el mismo estilo de vida y habiendo sido limpiado con la sangre de Cristo, pasar a ser Hijo de Dios.

En la naturaleza, Dios nos ha dado un claro ejemplo de lo que es nacer de nuevo, la oruga va arrastrándose por el suelo día tras día, hasta que llega un día en el cual se encierra en un capullo y  pasa a estar "muerta": Tras un tiempo de haber sido regenerada, la misma oruga sale de ese capullo siendo una mariposa, un mismo ser pero totalmente diferente, sin las costumbres de la vieja oruga y llevando una vida totalmente nueva.

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

 

Así es la persona que le abre su corazón a Cristo reconociéndolo como su único Salvador, es regenerada y recibe un toque de Dios para comenzar una nueva vida en Cristo, dejando atrás lo pasado y haciendo nuevas todas las cosas: se acabaron las drogas, el alcohol y todo tipo de vicios que tenían atada a esa persona, porque Cristo tiene poder para libertar a todo aquel que le acepta como su Señor...

Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.

 

Necesitamos recibir un toque de lo alto para ser convencidos de pecado, pedir perdón a Dios y aceptar al Señor en nuestras vidas y así poder ser transformados por Él (Juan 16:7-8). Necesitamos un toque de lo alto para perdonar al que nos ha hecho daño en algún momento de nuestras vidas. Dios nos dice en su Palabra que para que recibamos el perdón de Dios también debemos de perdonar a los que nos han ofendido a nosotros.

Mateo 6:14-15
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;

mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.


Hay cosas en la vida que cuesta muchísimo perdonar o que parece prácticamente imposible, más solamente Dios puede capacitarte y darte la fuerza para perdonar...maltratos, abusos, falta de cariño, amor y respeto, abandono, rechazo... esa falta de perdón se convierte en una gran herida en el alma de la persona que lo único que produce es dolor, resentimiento y que esa persona vaya hiriendo a quienes les rodea más tarde o más temprano. Pero si esa persona herida, reconoce delante del Señor que necesita un toque de lo alto para poder perdonar esa falta, y reconoce que es débil y que necesita la fuerza que sólo el Señor da, fiel y justo es Dios que extenderá su mano y la abrazará, ayudará y alentará para que perdone al que le hirió, mientras que a su vez va sanando su herida y resturando todo aquello que estaba roto en su alma.

1 Juan 1:9

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.


Somos vasos de barro en las manos de Dios, y hay ciertas áreas en nuestras vidas que, por no estar bajo el control de Dios, son como grietas en nosotros por donde se escapan la unción y la bendición de Dios, más si llevamos toda área de nuestras vidas a los pies del Maestro, Él se encargará de tapar toda grieta para que, no sólo no se escape aquella agua de vida que Él deposita en nosotros, sino que seremos llenos con el poder de su Espíritu Santo pudiendo salpicar a otras vidas con el amor que Dios ha ido derramando en nosotros.

Juan 4:10

Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
 
...antes bien sed llenos del Espíritu

Reconozcámos delante de la Presencia del Señor que somos débiles y que nada podemos hacer si Él no está con nosotros, pidámosle que nos dé un toque de Él para que seamos transformados y que todas las áreas de nuestras vidas que aún no le glorifican puedan ser restauradas, sanadas y llevar fruto para Dios a través del testimonio que podremos dar de que Dios nos ha sanado.

Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos de los siglos, y Él, siendo Dios, que resucitó con poder y gloria al tercer día, sigue teniendo el mismo poder y quiere tocarnos hoy. La mujer que tenía el flujo de sangre no dudó, quiso ser sanada porque estaba cansada de haber gastado su dinero en médicos y todos los años de sufrimiento que ya llevaba padeciendo con esa enfermedad. Su fé la movió a tocar el manto del Señor para ser salva y sanada (Mateo 9:20,21), el Señor sintió como salió poder de Él y esa mujer fue sanada en ese mismo instante. De igual manera ocurrió cuando un centurión vino a Él pidiéndole que sanase a un criado de él, pero no quiso que fuese a su casa porque no se sentía digno de que el Señor entrase en ella y le dijo que si sólamente da la palabra, será sanado. El centurión sabía que había poder en Jesús y en su Palabra, hecho por el cual Jesus se maravilló, por la fé que había mostrado tener esta persona. (Mateo 8:6-10,13)

Cristo quiere que tengamos esa misma fé, que creamos en que Él es el mismo que sanó a esas personas, que sigue sanando y restaurando las vidas a día de hoy y que tiene poder para sanar nuestras vidas, sea física o espiritualmente. Dios desea que anhelemos recibir un toque de Él para ser sanados, para ser renovados y transformados, ese toque es por el poder de su Espíritu Santo. Él prometió que seríamos investidos de poder de lo alto, ese poder lo recibimos cuando el Espiritu Santo entra en nuestras vidas, nos cambia, nos transforma, nos capacita y ayuda para ser testigos de su infinito amor por la humanidad.

El Espíritu Santo nos ayudará en nuestras debilidades, nos fortalecerá y consolará...
Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

Recibamos un toque de lo alto, invitemos al Espíritu Santo a que entre en nuestras vidas y seamos transformados por su poder al recibirle y así podamos seguir creciendo, avanzando en Cristo y dando frutos para la gloria de Dios.

¡Dios te bendiga y guarde en este día, y sientas el toque de su Espíritu en tu vida! ¡Aleluya!

 
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