Jesús dice: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
San Juan 15:1-9
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Dios bendiga su Santa Palabra.
El Señor en esta ocasión nos está hablando con términos de viticultura. ¿Qué quiere decirnos el Señor cuando dice: Yo soy la Vid y vosotros los pámpanos?
Jesucristo es la Cabeza de su Iglesia, no sólo es el Creador de ella sino que es su Guía y su sostén en todo tiempo. Todos los creyentes en Jesucristo formamos parte de su Iglesia universal
y dependemos de Él en todo. Cada día miles de personas en todo el mundo aceptan a Jesucristo en sus vidas como su Salvador personal, y de este modo, son "injertadas" en el Árbol de la
Vid, es decir, Cristo les da la salvación para sus vidas y además los hace partícipes en la construcción de su Iglesia.
Los pámpanos somos los creyentes en Cristo, los cuales a través de las pruebas somos "limpiados" de toda contaminación que traemos con nosotros resultado de nuestra pasada vida pecaminosa y así,
en un proceso lento pero continuado, vamos siendo transformados mediante la Lectura diaria de la Palabra de Dios (el agua con que nos limpia y nutre), la comunión
con Dios por medio del Espíritu Santo (la Savia que fluye por nuestro ser dándonos vida abundante), la Oración como abono que nos fortalece cada día mientras oramos los unos
por los otros, y así, como resultado y de una manera especial, el Señor nos permite que llevemos FRUTO, que es como resultado: ganar almas para Cristo y llevar a otras
personas a encontrarse y a conocer a su Salvador, así Dios el Padre es glorificado.
A través de la obra redentora de nuestro Señor, nos hace partícipes con Él en construír su Iglesia, de una manera natural vamos compartiendo el Evangelio de Jesucristo a todas las personas de
nuestro alrededor.
Eso sí, algo muy importante a tener en cuenta, no podemos dejar de tener comunión cada día con el Señor, ni descuidarnos en la lectura diaria de
su Palabra y en la Oración, ya que, de ser así comenzaríamos a secarnos espiritualmente y podríamos llegar a ser "cortados" porque, un pámpano que se encuentra en la vid, ocupando un
espacio determinado y no da fruto, se vuelve inútil y es cortado para dar lugar a otro que sí de fruto. De igual modo, no debemos dar poca importancia a predicar el Evangelio de nuestro
Señor, ya que, son muchos los que se pierden y se marchan de este mundo sin Cristo, y van a la espera de un juicio...
Hebreos 9:27
Querido lector, no esperemos a que se de la oportunidad de ver a alguien necesitado para hablarle del Señor, compartamos de la salvación que hemos recibido de gracia con todos los que podamos, que
nuestros vecinos, amigos y compañeros sepan que somos cristianos y que hemos sido transformados por Cristo, no podemos permitirnos tener una actitud egoista sin compartir el Evangelio, estaremos
ayudando a rescatar almas que se pierden y no sólo estaremos dando fruto para Dios, sino que estaremos cumpliendo con el mandato del Señor y obedeciéndole. Él padeció mucho y nos ama como nadie
en este mundo, ganar almas para Él es lo menos que podemos hacer como agradecimiento y amor al Señor.
Marcos 16:15