No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Necesitamos nacer de nuevo, nacer del Espíritu de Dios, eso ocurre cuando le abrimos nuestro corazón a Jesucristo arrepintiéndonos de nuestros pecados con sinceridad y le entregamos a Él nuestras
vidas para servirle.
Cuando recibimos a Cristo en nuestro corazón, pasamos a formar parte del ejército de Dios, de manera que hemos dejado atrás el pecado y el reino de las tinieblas, de modo que comenzamos una
batalla espiritual que comienza en nuestra mente y corazón.
¿Por qué comienza una batalla espiritual en nuestra mente y corazón cuando nos convertimos a Dios?
Porque son carne, y la carne se habitúa a hacer aquellas cosas y costumbres que no agradan a Dios. El Señor nos dice que llevemos todo pensamiento cautivo a la obediencia a Dios
(2 Corintios 10:5)
Por ello, es primordial que le abramos nuestro corazón a Cristo para que entre a nuestras vidas y comience desde dentro a descontaminarnos de todo aquello que nos separa
de Dios.
Vemos en el Antíguo Testamento, en el libro de Éxodo, como Dios quiso sacar a su pueblo de Egipto para librarles de la esclavitud de Faraón y como quiso darles una nueva vida en una tierra nueva.
Dios escogió a Moisés para que el pueblo lo escuchase y lo siguiese, y ese mismo Moisés fue el que fue intermediario para conseguir esa libertad para el pueblo de Dios.(Éxodo 7:16). Hay aqui un paralelismo, Moisés reflejaba
profeticamente lo que iba a hacer Cristo por su pueblo redimido, y todo aquel que crea en Él recibirá una nueva vida y el perdón de pecados, siendo libertado de la esclavitud del mundo (Egipto).
Siguiendo la historia narrada en Éxodo, vemos como el corazón de Faraón se endureció(Éxodo 8:32), de modo que Dios tuvo que enviar plagas y mortandad para que cambiase de postura (Éxodo 6:1) y dejase ir al pueblo de Dios, accediendo a ello tras haber sufrido grandes
tragedias en el pueblo de Egipto, aunque, una vez que los dejó marchar, siguió persiguiendo sus vidas para acabar con ellos. (Éxodo 14:5) Pero Dios no lo permitió y dividió el Mar Rojo abriendo camino a su pueblo y
una vez que pasó al otro lado, volvió a juntar las aguas y acabó con Faraón y con su ejército (Éxodo 15:19).
De igual forma ocurre cuando una persona sigue a Cristo para tener una nueva vida en Dios, satanás se levanta con su ejército de ángeles caídos o demonios, para intentar acabar con esa vida
espiritualmente sea como sea, y para ello no dudará en usar todo tipo de ataques hacia esa persona que "ha perdido" de su control comenzando con dardos de fuego en su mente para que dude de Dios y
para que se sienta todavía culpable recordándole escenas de su vida pasada en las cuales pecaba.
Pero Dios no sólo nos ha perdonado (si le hemos aceptado pidiéndole perdón por nuestros pecados) y dado libertad en Cristo, sino que también nos ha llamado a su ejército y nos provee de una
Armadura Espiritual, esa armadura la encontramos en el libro de Efesios capítulo 6.
Efesios 6:10-18
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de
este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del
maligno.
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
Dios nos dice que sobre todo tomemos el escudo de la fé para apagar todos los dardos de fuego del enemigo, ese escudo lo tomamos cuando leemos a diario la Palabra de Dios
y vamos nutriéndonos con ella (Romanos 10:17), de manera que cuando venga el enemigo queriendo atacarnos e intentando acusarnos (Apocalipsis 12:10), usemos esa palabra de Dios como Espada
(Hebreos 4:12)para que,
resistiéndole firmes, huya de nosotros (Santiago
4:7).